Por: Ian J. Seda-Irizarry
En tiempos donde la discusión gira en torno a si salimos o no de la crisis económica, es importante no perder la perspectiva histórica de los acontecimientos que contribuyeron a la presente coyuntura. Son muchos los análisis que prefieren referirse a burócratas ineptos, individuos irresponsables o funcionarios corruptos como los causantes de la catástrofe que atraviesa el sistema capitalista global. Si bien es cierto que personas encarnaron esos papeles, tal análisis no explica el origen de las motivaciones o cuál es el andamiaje institucional que promueve esas actuaciones.
Por otra parte, existen análisis en los cuales hay una perspectiva histórica e identifican como el principal culpable de la crisis al sector financiero, cuya volatilidad dentro de un marco de regulación “ligera” se prestó paraperder el control y llevar a una crisis sistémica. Esta posición, compartidapor críticos de la talla de Paul Krugman y Joseph Stiglitz, argumenta que la solución radica en una mayor regulación guiada por un estado benefactor/ intervencionista que nuevamente tome las riendas de la economía. En esta visión, el camino a la crisis financiera se concibe dentro del momento neoliberal, periodo en el cual el estado benefactor y regulador es desmantelado a favor de las nuevas necesidades del capital privado.
Por último, es posible encontrar una visión histórica más amplia que apunta al propio sistema capitalista como el principal sospechoso de la debacle económica mundial. En esta perspectiva la lógica y las contradicciones del sistema explican por qué la crisis se manifestó en el sector financiero. En otras palabras, la crisis financiera es meramente un síntoma de problemas sistémicos.
En su libro Capitalism Hits the Fan (CHTF), el distinguido economista norteamericano Richard Wolff adopta esta última postura en una compilación de artículos publicados originalmente para la versión online de la reconocida revista norteamericana Monthly Review. Los escritos fueron elaborados entre 2005 y mediados de 2009, y buscan explicar la más reciente crisis capitalista desde la óptica de un economista, en un país que sigue sirviendo de centro para el funcionamiento del sistema capitalista global. En otras palabras, el libro es una especie de diario en el cual se puede observar cómo a través del tiempo se van mezclando varios factores para finalmente dar paso a la crisis. Es importante señalar que los escritos son trabajados de manera clara y sencilla, característica refrescante a la hora de enfrentar este tipo de temas que se prestan para la aplicación de la impenetrabilidad que caracteriza la disciplina económica y la academia en general. En ese sentido la obra de por sí es un rotundo éxito.
Otro detalle relevante es que más de 60 artículos que componen el libro, en una manera u otra, elaboran y complementan los temas del documental fílmico Capitalism Hits the Fan que Wolff protagonizó en 2009 y que fue lanzado por el Media Education Foundation (www.mediaed.org). Queda claro que la motivación principal de todos estos trabajos e intervenciones de Wolff es hacer accesible al observador no-académico la más reciente de las crisis que el sistema capitalista ha traído.
Si bien CHTF toca gran variedad de temas, es posible resumir el argumento principal y el hilo conductor de los artículos en términos de la historia de Estados Unidos, como centro del sistema capitalista global. Y es que Wolff enfatiza en la historia norteamericana desde el desarrollo de su base industrial con Alexander Hamilton a finales del siglo XIX hasta el presente. El tema que une la manera en que el autor ve la presente crisis es la relación entre salarios, productividad y ganancias que se evidencia en la economía norteamericana durante los últimos 120 años.
Wolff toma el conocido dato de que los salarios reales para los trabajadores, específicamente aquellos que ocupan posiciones que no son de supervisión, han estado estancados o descendiendo desde la década de los 70. Una diferencia crucial del análisis de Wolff con respecto a otros trabajos –que trazan paralelos entre la Depresión del 30 y la presente crisis, y que consideran el Nuevo Trato como lo que sacó a los Estados Unidos de la debacle económica en aquella ocasión, y que por ende debe ser copiado de una manerau otra–, es que Estados Unidos ocupó una posición privilegiada en elperiodo de postguerra que usualmente se conoce como la “edad dorada del capitalismo”. Para el autor esto es fundamental para comprender por qué el problema no es el neoliberalismo y que la solución no radica en traer al estado benefactor/regulador, que supuestamente fue el artífice de la época dorada, y que brinda la posibilidad de una “cara humana” al capitalismo.
En cuanto al Nuevo Trato, cuando el mismo fue trazado e implementado a mediados de los 30, la economía norteamericana se recupera (en términos de crecimiento del producto doméstico bruto) por un breve periodo, para recaer nuevamente entre 1936-1937. Wolff enfatiza que el presidente Franklin Delano Roosevelt (FDR) y las regulaciones implementadas por su gobierno “fallaron en sacar a los Estados Unidos de la Depresión y evidentemente fallaron en prevenir crisis subsiguientes” y es que desde FDR varios presidentes, hasta el presente con Barack Obama, han prometido que regulaciones por parte del estado no sólo “resolverán la crisis presente, sino que también van a prevenir cualquier desplome futuro” (2). Lo que verdaderamente apartó a la economía de la Depresión fue la Segunda Guerra Mundial, dado que la destrucción asociada con el conflicto bélico literalmente dejó a Estados Unidos como única potencia sin necesidad de reconstruirse, proceso que conlleva grandes gastos y sacrificios.
Aun con esta realización, las expectativas no eran muy alentadoras dado que el regreso de los miles de soldados significaba tener que lidiar nuevamente con problemas como el de desempleo. De hecho, en 1943 el destacado economista y futuro ganador del Premio Nobel, Paul Samuelson, vislumbraba un regreso a la depresión. Lo que Samuelson no pudo preveer fue el impacto que el papel de Estados Unidos iba a tener en su propia economía como facilitador de la reconstrucción de los países devastados por la guerra.
El PlanMarshall de reconstrucción no sólo facilitaba ayuda monetaria a lospaíses destruidos, sino que también contribuyó a crear una demanda porproductos norteamericanos. De hecho, según ciertos estimados, Estados Unidos producía el 50% de producción industrial mundial –otros cálculos indican que llegó a producir dos tercios de la producción industrial mundial (Hobsbawm, 2003, 261)–. Es importante notar que también la “amenaza roja” desempeñaba un papel primordial en la batalla ideológica, para explicar la cantidad de dinero facilitada a los países devastados.
En resumen, Estados Unidos no tuvo competencia significativa en los mercados internacionales durante el periodo de la postguerra que duró dos décadas. Esto facilitó que muchas de las demandas de trabajadores pormejores salarios y condiciones de trabajo fueran adoptadas. Para Wolff esto explica la situación peculiar de que en Estados Unidos se experimenten aumentos en los salarios reales, la productividad y las ganancias luego de la posguerra. También explica lo peligroso de trazar paralelos históricos que no toman en cuenta la especificidad de los acontecimientos.
Ahora bien, esa tendencia creciente entre salarios, productividad y ganancias se detiene en la década de los 70 por varios factores, entre los cuales se encuentran: La competencia entre capitales (los países devastados se han reconstruido y compiten con los productos norteamericanos en términos de precios bajos y mejor calidad). La tensión insostenible entre capital y trabajo en Estados Unidos (aumentos en salarios y concesión de beneficios marginales, atenta contra la capitalización de las corporaciones dentro del ambiente competitivo internacional). Wolff observa que la productividad siguió aumentando durante la década de 1970, pero lo que se pagaba a los trabajadores detuvo su ascenso. Esa diferencia entre el salario estancado de los trabajadores y el aumento en la cantidad de bienes y servicios producidos es fundamental en el análisis de CHTF, dado que sienta las bases para comprender el papel que desempeña el crédito y el sector financiero, en el periodo neoliberal que desemboca en la presente crisis.
Sin embargo, no son suficientes estos factores sino se reconoce el papel que desempeñó la cultura de consumo en la sociedad norteamericana. Comoseñala Wolff en su ensayo “Consumerism: Curses and Causes”: “un acuerdo histórico definió al capitalismo estadounidense durante 150 años Reseñas y Debates Ian J. Seda-Irizarry241 [1820-1970]. Los capitalistas pagaban altos salarios facilitando aumentos en el consumo de la clase trabajadora”, consumo que fue promulgado tanto por la industria de la publicidad, como por las uniones de trabajadores que se enfocaron en “aumentar salarios y consumo-justo lo que el capitalismo norteamericano prometía y proveía –en vez de disputar la organización de la producción”.
Todo ese dinero que provenía de la diferencia entre el valor de lo producido y el valor pagado a los trabajadores terminó en muchas ocasiones siendo depositado en instituciones bancarias, que ahora contaban con grandes cantidades de dinero para prestar y así recibir ganancias derivadas del interés cobrado por los préstamos. En otras palabras, a los trabajadores no se les recompensaba por sus aumentos en productividad con un salario más alto, sino que se les proveía con préstamos para que continuaran sus aumentos en los niveles de consumo.
Como señala Wolff, las presiones para mantener esos niveles de consumo tuvieron otras manifestaciones, entre las cuales se encuentra: la salida al mercado laboral de más miembros de la familia y a edades más tempranas; y un aumento en las horas trabajadas, muchas veces en trabajos parciales que complementaban el ingreso derivado de la ocupación principal.
La “bonanza” capitalista también tuvo sus efectos en la transformación de muchas corporaciones en términos de identificar maneras de lograr mayores ganancias. Por ejemplo, la General Motors (GM) desarrolló una rama de facilitación de crédito que en efecto se convirtió en un banco. Esa división, llamada General Motors Acceptance Company, le facilitaba crédito a la gente para que comprara los autos que producía la GM. Luego pasaron a ser una institución bancaria como tal. Al igual que GM, muchas otras corporaciones abrazaron la idea de que era más fácil lograr realizar ganancias prestando dinero que de la producción y venta de bienes y servicios. Eso explica en parte el desarrollo de toda una gama de instrumentos financieros y la expansión de ese sector a partir de los 70. Por ejemplo, a comienzos de la década de los 80 las ganancias derivadas de activos financieros eran un 10% del total de las ganancias corporativas. A mediados de la década del 2000 esa proporción subió al 40% (Crotty, 2009, 3).
Para Wolff no se puede comprender el fenómeno de la extensión de crédito sin mirar las contradicciones entre capital y trabajo, y capital y capital dentro de la especificidad de la estructura capitalista mundial. Ahora bien, ¿qué conclusión deriva Wolff de todo este análisis, en términos de hacia dónde debemos enfocarnos para lograr salir del atascadero?
Reconociendo que la mayor parte de las soluciones siguen la línea de la retórica de la regulación o del estado benefactor, el autor propone enfocarse en un área que en raras ocasiones sale a la luz pública en las discusiones del tema. Y es que Wolff es un socialista, en el sentido clásico de enfatizar el papel que deben desempeñar los trabajadores en el control del proceso de producción. Su análisis denuncia que todas las discusiones son a nivel macroeconómico y obvian la dimensión microeconómica de las relaciones de producción.
Por más de 30 años, Richard Wolff y su co-autor, el también economista en la Universidad de Massachusetts en Amherst, Stephen A. Resnick, han enfatizado en la necesidad de enfocarse en quién es el que produce y quién es el que se apropia del excedente. Para ellos ese detalle es el que guía la noción de si un grupo explota a otro.
Para Wolff y Resnick, el análisis en términos de propiedad en los medios de producción oscurece las relaciones de explotación que se dan dentro de las sociedades capitalistas y ha llevado a la presente situación, en la cual el socialismo es articulado a partir del control del Estado sobre los medios de producción, en lugar de ser los trabajadores quienes controlen el proceso productivo (3) .
El análisis de clase a partir del excedente lleva a Wolff a poner sus ojos en la estructura corporativa, en la cual los miembros de la junta de directoresde las corporaciones modernas son quienes se apropian del excedente que los trabajadores producen y también son los que deciden qué hacer con el mismo. Algunas de las cosas que las corporaciones hicieron con ese excedente durante el periodo neoliberal fueron: el comprar otras compañías que eran competidoras, aumentar la supervisión de los trabajadores y pagarle a cabilderos para que manipularan las leyes a su favor. Es aquí que Wolff cuestiona la noción de democracia liberal norteamericana y trae a escena la necesidad de que los trabajadores decidan qué hacer con el fruto de su trabajo. El autor afirma que “los socialistas que se enfocan en la reorganización de la producción señalan que si los trabajadores hubiesen sido su propia junta de directores durante la década de los 70, no hubiesen detenido el aumento en sus salarios reales dado los incrementos en productividad”. Con esta observación el autor trata de darle validez a su argumento de queen vez de estar viendo si la propiedad es privada o pública, o si es el mercado o el estado el que debe dirigir la actividad económica, la discusión se debería reorientar a cuál es el papel que deben desempeñar aquellos que se verán afectados en el proceso de toma de decisiones. La democracia en el trabajo es vista como fundamental para afrontar la crisis y transformar la sociedad, sociedad que en el presente está a la merced de una minoría que ocupa las sillas en las juntas directivas y que es un grupo elegido por otra minoría la que controla la mayor parte de las acciones corporativas.
Aunque el análisis de Wolff sobre el papel de la democracia y su relación con el capitalismo es lúcido y penetrante, a veces parece caer en el mismo problema reduccionista de aquellos que sólo se enfocan en el marco macroeconómico. Y es que si bien el análisis marxista enfatiza en las nuevas formas que toma la explotación bajo el capitalismo en relación con otros modos de producción, el papel del mercado capitalista es crucial para determinar cómo se van a desarrollar esas nuevas empresas en las cuales los trabajadores sean su propia junta de directores y se tomen las decisiones de manera democrática (Wolff y Resnick llaman a este tipo de arreglo estructuras de clase comunistas). Una preocupación evidente es ¿qué sucede cuando hay competencia entre tales empresas dentro del mismo sector? ¿Qué dinámicas se dan dentro de las empresas si se compite contra una empresa capitalista que busca seguir bajando precios? ¿Qué tipo de jerarquías dentro de la empresa pueden surgir o perpetuarse si se mantiene intacta la división del trabajo prevaleciente? Todas estas son preguntas antiguas, válidas e importantes a la hora de discutir una posible transición a una sociedad postcapitalista.
Incluso con los anteriores señalamientos, Capitalism Hits the Fan es un libro muy práctico a la hora de dar una visión general de las particularidades de la presente crisis. Los artículos pueden ser utilizados en salones de clase para complementar distintas temáticas y si bien su perspectiva es una que viene desde el centro del sistema, hay varios escritos que hacen conexiones con las dinámicas de la economía global. El libro es altamente recomendado dado que logra la rara hazaña de ser accesible a todo tipo de público en un tema tan complicado como lo es el funcionamiento del sistema capitalista actual.
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[2] Hobsbawm, E. (2003). Historia del Siglo XX. Buenos Aires: Crítica.
[3] Seda-Irizarry, I.J. (2009). Review of “New Departures in Marxian Theory”. Review of Radical Political Economics, 41, 581-585.
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